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sifarnodo

Pretérito perfecto imbécil

Aún recuerdo su fortaleza, sus músculos firmes y tensos, su color, su aroma, su valentía. Rebelde, imparable, alegre aguantando las puñaladas que no cura el tiempo. Grande, eterno como el metal. Mil veces le vi caer y cien mil levantarse entre agrios borbotones, arrancando las olas del mar.

Hay corazones de metal, forjados a golpes de vida, borrachos de rebeldía, corazones forrados de amianto, corazones quemados por la luz del día. Pero el mío, el mío ya sólo es de cristal, como casi todos los demás. Y está llenetito de fantasmas que no cesan de asomar, marcado de cicatrices que no se quieren curar. De esas de las que nace la grama espesa, de esas que escupen sangre negra al madrugar.

Me paso las noches segando y cuando creo amanecer, ya no deja de brotar.

Y ahora, imbécil de mí, ahora que me traes la sal para curar, que me regalas las olas del mar, añoro tener un corazón de metal, donde no agarre la hierba, del que pueda limpiar la mierda... un corazón de verdad.

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