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sifarnodo

Amores prohibidos (5)

No consigo conciliar el sueño. Tumbado, intento ahogar en mi cabeza sus sollozos. Aunque crea que no me doy cuenta, sé que, al otro lado de la pared, en el baño, ella apenas logra contener un llanto inmerecido, triste, seco. 

Recuerdo cómo ha aparecido por la puerta del cuarto. Cómo sutilmente, frente a mí, se ha despojado de su fino camisón, desvelando poco a poco, botón tras botón, su sedoso y ardiente cuerpo. Sé con cuánta ternura ha deslizado la bata que cubre mi piel, entre ocultas caricias, hasta dejarme totalmente desnudo en el lecho que tantas veces ha sido campo de fogosas batallas, de arrebatos de pasión, de juegos de éxtasis y amor. He sentido mi piel contestando estremecida al premeditado roce de sus pechos, a cada caricia, a cada beso húmedo, al suave tacto de su lengua recorriendo cada palmo de mi cuerpo, para después bajar despacio por mi vientre y acelerar mi ya excitada respiración. Conozco desde hace tiempo esa dulzura con la que, sentándose sobre mí, me ha amado lentamente entre gemidos, moviendo sus caderas en acompasados arrebatos de placer. Y sé, cuánto hay de verdad cuando, recostada sobre mi pecho, con la respiración aún entrecortada y unos ojos brillantes como la miel, me ha susurrado al oído un te amo como el que solíamos escuchar en las caracolas de la playa, junto al mar.

Ahora no soy capaz de decirle cuánto la amo. No puedo siquiera consolar su llanto, encerrado en este cuerpo muerto, postrado como un vegetal, para siempre, en la cama de esta habitación.

4 comentarios

Anónimo -

Gracias, Carlo. Saludos desde las Tierras de Mordor.

carlo bocarando -

yo también te sigo desde el Sur.
este relato simplemente está genial.
Un Saludo.

sifarnodo -

Muy agradecido, ewal.

ewal Carrión -

hola. me gusta mucho.este escrito. seguiré leyéndote. un abrazo.