Fábula del pintor y la rana
Todas las noches pinto un sol para ti. Dibujo un solecito dulce, suave, de tonos cálidos y acaramelados, de los que tibian los huesos y suavizan las penas. Y como todos los días, una vez que lo termino, entonces, entonces despierto rendido.
Pero esta mañana al levantarme hacía mucho viento y llovían, fuertes en mi ventana, unas gotas frías y gruesas, de las que golpean el alma con saña y dejan las caricias empañadas. Pensé que quizá no pinté tan bien mientras dormía, que no tuve la fuerza suficiente o mis pinturas andaban ya gastadas. Y, ¿sabes qué pasó, dulce ranita? que entre café y café, mientras daba vueltas imaginando qué debía haber pasado, cuando me quise dar cuenta, había salido el precioso sol que ahora empieza a calentar acariciando nuestros sueños, esos que tú y yo tenemos.
Quizá es que lo pinté un poquito tarde, ya de madrugada; quizá es que, como a la casita de la luna, como a la pátina de nuestros cuerpos en la cama, a veces vamos dando manos de pintura, que conforme van secando, van tomando su color y van cogiendo la alegría, como en cada despertar, de volver a ver el sol, ese que yo, que soy pintor, todas las noches te pinto.
2 comentarios
Ewal -
María José -
Me encanta que un hombre se exprese así, tan apasionada y románticamente . Tu ranita tiene que estar la mar de contenta.
Muy bien Juande, me gusta mucho tu Sifarnodo
Besos
P.D: A propósito te he enlazado a mi blog. Espero que no te moleste. Suelo pedir siempre permiso, pero la confianza da asco.